martes, mayo 23, 2017

Cómo la tecnología ha revolucionado la diplomacia

Para el 1779 época cuando Benjamín Franklin presenta sus credenciales ante la corte francesa convirtiéndose en el equivalente del siglo 18 de lo que es un embajador hoy día y siendo así el primer embajador de Estados Unidos recibido por un gobierno extranjero, tomaba unos seis meses para que sus despachos diplomáticos le llegaran a su gobierno en Filadelfia. Por lo tanto, para la diplomacia poder ser eficaz, los embajadores debían tomar decisiones importantes en nombre de su gobierno de manera autónoma, basándose en su propia comprensión de los intereses y políticas de su nación, sin obtener ninguna aprobación previa por lo que queda explicado el título de embajador " Extraordinario y Plenipotenciario ".

Hoy día, incluso, no descarto que ha de haber embajadores felices de poder retornar a esa antigua forma de hacer las cosas. Pero esos días ya desaparecieron hace tiempo, hoy día el volumen y la frecuencia de la comunicación entre un diplomático y su capital son solo la punta del iceberg de la revolución de la información. Por tanto y para fines de mejor entendimiento del tema creo prudente analizar tres cambios fundamentales en la naturaleza de la diplomacia que entiendo se destacan por encima del resto.

El primer y más importante cambio es en el equilibrio de la diplomacia de gobierno a gobierno a la diplomacia de persona a persona. La comunicación entre los líderes políticos por medio de la representación diplomática sigue teniendo un importante papel que desempeñar, y claro también existe la diplomacia pública. Pero los estados y sus gobiernos ya no desempeñan el papel preeminente en nuestras vidas como en el pasado, por tanto, hoy en día ser un funcionario de gobierno ya no le da el estatus privilegiado que una vez otorgó.

En el mundo de hoy, cada vez son más las corporaciones, los grupos de la sociedad civil, los movimientos culturales y, lo más importante, las ideas, que no conocen fronteras nacionales y no son ciudadanos de ningún estado, que dan forma a nuestras vidas. Las plataformas Online tienen más efecto sobre la gente que cualquier gobierno, y lo esencial de estas plataformas es que hacen su impacto facilitando la interacción directa entre las igualdades y/o divisiones políticas de sus usuarios.

Esto significa que, si la diplomacia debe mantenerse al día con el mundo, debe centrarse en participar en la miríada de conversaciones globales emergentes. El nombre del juego es la relevancia. Un servicio diplomático que está atascado y no se estrecha en el amplio espectro de pasiones, prioridades e identidades que conforman el sistema político contemporáneo, pronto perderá su valor.

En el caso de nuestro país, eso significa poner en evidencia la riqueza de la energía creativa que hace de la República Dominicana lo que es. Debemos entender que, como todo buen anfitrión, el trabajo no es dominar la conversación, sólo para presentar a los participantes entre sí y dejar que ellos tomen el control a partir de ahí.
Otra diferencia evidente entre la forma en que se practica la diplomacia hoy en día y la forma en que se practicaba antes de la revolución de la información se debe a la muerte del secreto, Incluso antes de la aparición de Edward Snowden y Julian Assange, los diplomáticos juiciosos habían llegando a acuerdo con el hecho de que “estrictamente entre nosotros” y “fuera del record” se estaban convirtiendo rápidamente en cortesías vacías. Incluso a los jóvenes estudiantes de las escuelas diplomáticas de hoy se les enseña que nunca escriban algo en un cable diplomático que no quieran ver en los titulares del día siguiente.

Esto trae consigo un cambio profundo en el enfoque que se toma a la profesión. Significa que usted evita tomar acciones y hacer declaraciones que usted no está dispuesto a defender en público y se combina con lo que ya vimos con respecto al cambio de enfoque hacia la diplomacia pública.

Por último, el gran volumen de información ha llevado a una mayor profesionalización y especialización en todas las esferas productivas, desde la medicina hasta el comercio. La diplomacia no es una excepción. En el pasado, se esperaba que un diplomático fuera un “caballero completo” con una educación lo suficientemente amplia como para mantener conversaciones en la mesa, pero sin necesidad de capacitación profesional especializada. Hoy en día, eso no es suficiente.

La complejidad de las herramientas que un diplomático debe ser capaz de desplegar y la diversidad de las audiencias que ella debe poder dirigir requieren habilidades genuinas del especialista. Sólo para mantenerse al día de la esfera pública en la que opera la diplomacia contemporánea requiere habilidades de medios sociales de alto rendimiento, la capacidad de interpretar el resultado de la analítica de grandes datos y la misma competencia en el uso de grupos de enfoque y encuestas que se espera de una empresa profesional de marketing. 

Creo firmemente que la tecnología está haciendo de la diplomacia una profesión más dinámica, excitante y creativa.


Por: Horacio Vicioso Galán

lunes, abril 17, 2017

¿Qué podemos aprender de la nueva prioridad estratégica en la política exterior danesa y su apuesta por la “Diplomacia Tecnológica”?

Dinamarca es el primer país en contemplar la designación de un Embajador en Silicon Valley, dicha persona será quien tendrá a su cargo encabezar la nueva iniciativa de Diplomacia Tecnológica, haciendo de la tecnología y la digitalización una prioridad en todo el Servicio Exterior danés, incluso ellos prevén convertirla en una prioridad en su red de embajadas en todo el mundo. Aunque este tipo de cobertura no es nueva, y de cierta forma diplomáticos de Dinamarca y otras naciones la vienen haciendo desde hace ya tiempo, los daneses reconocen que necesitan hacer más al respecto, a la vez teniendo un enfoque mucho más sistemático en estos esfuerzos.

Todos sabemos que el sector tecnológico es cada día más influyente en nuestras vidas. Apple, Google, Microsoft, Facebook, entre otras… son macroempresas que pueden llegar a tener una capacidad enorme de influencia en las decisiones políticas de los Estados. Algunas de ellas con valores de mercado superando el PIB de la mayoría de las naciones. De hecho, la suma de los valores bursátiles de Apple y Google sería tal que, de ser Estados, estarían a nivel de pertenecer al G20, el grupo de los países cuyas economías son las más potentes del mundo.

Microsoft Supera el PIB de Bélgica y solo es un poco menor al de Suecia y Facebook se compara al de Irán actualmente.

Al analizar datos como estos es evidente que hay una necesidad de asegurar de que entendamos y tengamos en cuenta los enormes efectos que la tecnología está teniendo en nuestra sociedad, en el sentido más amplio posible: Político, económico y ético.

Al igual que como participamos en un diálogo diplomático con los países, también tenemos que establecer relaciones priorizadas y amplias con los actores de la tecnología en epicentros y potencias como Silicon Valley, Shenzhen y otros lugares; y por último, pero no menos importante, las universidades, la sociedad civil, las ONG, las ciudades y las regiones que tienen conocimientos y experiencia valiosos en este ámbito.

En República Dominicana nuestras empresas aún no han saltado al tren de digitalización. Necesitamos más especialistas en TI (Tecnología de la Información) dentro de nuestra fuerza laboral. En adición nuestra balanza comercial, en cuanto a comercio electrónico se refiere, es negativa en comparación con otros países de Latinoamérica.

Un aspecto importante para un país en desarrollo como nosotros sería el aprovechamiento de estos conocimientos para el crecimiento económico. Nuestras embajadas podrían ser utilizadas como satélites avanzados que alimenten la información de nuestra formulación de políticas en casa. Por eso en un mundo globalizado debemos ser prestos a ver lo que está haciendo el mundo y poder crear la condiciones de integrar las buenas prácticas.


No obstante, al igual que conversaciones bilaterales con gobiernos extranjeros, habrá cosas en las que estamos de acuerdo y cosas que no, pero ambas son buenas razones para el diálogo.