martes, mayo 01, 2007

Diplomacia: función publica que demanda vocación

Hoy día la dinámica de los acontecimientos mundiales y las oportunidades de negocios tienen un ritmo tan acelerado que el acceso a las nuevas formas de comunicación es una imperiosa necesidad. Las oportunidades están a la vuelta de la esquina. Pero hay que saberlas buscar. El Diplomático se convierte hoy en un buen vendedor y en un mejor comprador de oportunidades.
Entender que solamente el ejercicio de la profesión Diplomática es suficiente para tener una visión amplia de las relaciones internacionales es en definitiva una idea que hay que superar. Una Diplomacia sin economistas, abogados, politólogos y hasta sicólogos es un cuerpo colegiado incompleto.
La Diplomacia de hoy exige más imaginación, mayor capacidad de negociación, más resultados concretos, mejor manera de comunicarse y, en síntesis, más productividad que la simple representatividad.
Además de considerar fundamental el contar con recursos humanos preparados en diversas áreas; también las especializaciones se hacen cada vez más importantes. Hoy en día es preferible invertir en una minoría preparada que en una mayoría silente o mal formada. La diplomacia en la actualidad debe tender a ser más selectiva. El uso y la preparación de su personal para formar cuadros en función de los intereses institucionales para el corto, mediano y largo plazo, se hace cada vez más necesario.
Se ha comprobado que la clave del éxito en las estructuras diplomáticas está íntimamente vinculado a la claridad de objetivos, capacidad de los recursos humanos y experiencias que adquieran los mismos. Por supuesto la vocación es fundamental.
Sin vocación todo el talento y la preparación no sirve para nada, es más, se ha comprobado que personal menos preparado tiene mejor rendimiento que otros con mejor formación si los anteriores son guiados por una gran vocación.
Quiero dejar claro que las nuevas generaciones de Diplomáticos tienen un gran reto por delante. Que entiendan que estamos ante un oficio que nos obliga a ser realmente servidores públicos. Que nuestro comportamiento cotidiano dentro y fuera de nuestro país tiene que estar a la altura. Que se nos entrega una gran responsabilidad, cuando se nos dignifica con la posibilidad de representar a nuestro país en el exterior. No importa el nivel del cargo y la nación ante el cual estamos acreditados. La huella que dejamos no es personal, sino la de nuestra idolatrada patria, la República Dominicana.