jueves, noviembre 18, 2004

La Era Post-Arafat

La muerte del carismático líder palestino, que deja como única herencia un gran vacío de poder, abre un nuevo capítulo en la historia del pueblo palestino.

Según coinciden la mayoría de políticos, si el proceso de elección del nuevo presidente, así como la instauración de las nuevas autoridades en los territorios de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) transcurren dentro de un cauce más o menos normal, hay buenas esperanzas para una solución al conflicto palestino.

Tanto Siria como Egipto, así como los jefes tribales de las múltiples organizaciones palestinas, han declarado públicamente su compromiso para respetar el resultado de las elecciones presidenciales, que según la Ley Básica, deben de celebrarse 60 días después de la muerte del presidente.

La toma de posesión como presidente provisional de la ANP, de Rauhi Fatuh, actual presidente del Parlamento palestino, a quien según esta ley le tocaba asumir la jefatura de Estado, indica que se mantiene el compromiso constitucionalista, aunque el hombre tras el poder que se perfila es Ahmed Qurei (Abu Ala), a quien, según versiones extraoficiales, le han sido transferidos parte de los fondos multimillonarios de Arafat; además, se ha nombrado a Mahmud Abas (Abu Mazen), ex jefe de Gobierno, como el sucesor de Arafat al frente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Estas tres personalidades tienen en común pertenecer a la vieja guardia de Arafat, que lo acompañó por sus exilios en Jordania (1972), Líbano (1973-80) y Túnez (1982-97) y que, conocidos entre la población como “los tunecinos”, son odiados por su corrupción y monopolio del poder.

“El hombre de los estadounidenses e israelíes”, como se conoce al general Mohamed Dahlan, considerado el líder de las nuevas generaciones de palestinos surgidos de la primera intifada, también está activo. Dahlan, quien dirigió los servicios secretos palestinos, representa a los líderes jóvenes que han nacido y se han formado en los territorios ocupados y que no tienen nada que ver con la vieja guardia de Arafat.

Estados Unidos, Rusia, Francia, España y otros países de la Unión Europea (UE) también se han mostrado preocupados por lo que sucederá en los territorios de la ANP luego del entierro de Arafat en la Muqata de Ramala, donde estuvo confinado por el Ejército israelí durante los últimos tres años. La presión hacia Israel para que suavice su mano dura sobre los territorios ocupados es bastante palpable, sobre todo del presidente George W. Bush, quien declaró que confía en la instauración de un Estado palestino ahora que Arafat ha muerto, pues era visto como el principal escollo para este proyecto tanto por estadounidenses como por israelíes.

Extrapolando experiencias y guardando las distancias, a la muerte de líderes políticos fuertes o dictatoriales, siempre le ha seguido una época de apertura de sus sucesores. Tal fue el caso tras la muerte de Stalin, con el proceso de liberalización abierto por Nikita Kruschov en la antigua Unión Soviética, o tras la muerte del dictador Francisco Franco, cuando se sucedió una ejemplar transición política en España. Habrá que esperar a que la dirección colegiada Palestina se fortalezca, para deducir, a través de los líderes que emerjan, el rumbo de las relaciones palestinas con Israel.

Un punto espinoso es el de las cuentas multimillonarias de Arafat, provenientes de los donativos de la Unión Europea y de los países árabes a la causa Palestina, y que Arafat tenía bajo su nombre. Según diferentes fuentes, en especial francesas, dicha fortuna oscila entre los 900 y los 1400 millones de dólares, distribuidos en numerosas cuentas bancarias, pero también invertidos en empresas, agencias inmobiliarias y otro tipo de movimiento de capitales. La pelea que se avecina, y en la cual parece que la mediación de la Unión Europea jugará un importante papel, es con la esposa de Arafat, Suha, quien sería la heredera de dicha fortuna.

Sin embargo hay un consenso tanto de los dirigentes políticos palestinos como de la comunidad internacional que dichos fondos, que Arafat manejaba a su antojo para comprar lealtades o callar disidencias, sean transferidos a los representantes electos democráticamente en las próximas elecciones.

En lo que respecta a la Administración Bush, la creación de un Estado palestino que respetara la existencia del Estado israelí sería una oportunidad para dejar un buen legado histórico a las futuras generaciones en el Medio Oriente. Pues sólo Estados Unidos es capaz de ejercer una verdadera presión sobre Israel, ahora que Arafat ha desaparecido.

Pero mas importante que este ultimo punto, y volviendo un poco atrás hay que entender, que aunque quizás Arafat ya no tenia el control y la capacidad pacifista que había podido demostrar en años anteriores y el mismo Ariel Sharon lo culpaba de ser el principal obstáculo para la paz en el medio oriente, este representaba un “balance de poder” el cual con su vació podría dar paso (si las cosas no son bien manejadas) a una situación potencialmente volátil.

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